Actualizando la reflexión ante las olas de la pandemia
En mayo de 2020, en el marco de la primera ola de la COVID-19, la comunidad científica de Euskal Herria lanzó el manifiesto #EHPOSTCOVID19, en el que se subrayaba la necesidad de una economía ecológica. Alrededor de 800 personas investigadoras y científicas, 200 agentes sociales y miles de personas apoyaron lo expresado en el manifiesto.
Las siguientes olas de la COVID-19 han dejado claro que se necesita un sector económico resiliente para garantizar el bienestar de la sociedad y que la salud y la economía están estrechamente ligadas. Nos hemos dado cuenta también de que la estructura económica de un país como el nuestro, además de crear renta y puestos de trabajo para garantizar el bienestar de la sociedad, necesita capacidad de adaptación a diferentes tipos de shocks, en el camino hacia el desarrollo humano sostenible.
Estamos en un momento histórico donde urge promover la transición socioecológica, trenzando el modelo económico con el bienestar humano a nivel local y planetario, para garantizar la sostenibilidad y la habitabilidad del planeta de forma justa, sana y democrática.
Estamos en un momento histórico para garantizar la sostenibilidad y la habitabilidad del planeta de forma justa, sana y democrática
Las enseñanzas de la pandemia durante el año 2020 han sido claras:
- Como está recogido por la evidencia científica, la emergencia sanitaria y la emergencia ambiental están íntimamente interrelacionadas: la pérdida de biodiversidad y la degradación de los ecosistemas aumenta el riesgo de sufrir nuevas pandemias (ver informe del IPBES). Por lo tanto, para evitar nuevas pandemias es necesario no sobrepasar los límites ecológicos, y por tanto respetar la naturaleza;
- Los seres humanos no sólo vivimos en sociedades interdependientes, sino que somos eco-dependientes, y la sostenibilidad de la vida está pasando por un momento histórico crítico;
- El estancamiento de la economía debido a la pandemia (y, por tanto, del metabolismo social) nos ofrece una oportunidad única para retomar vínculos duraderos y justos entre la economía, la salud y el medio ambiente, para lo cual es necesaria una profunda reflexión social;
- El bienestar de las personas y de la sociedad requiere de una transición socioecológica, lo que a su vez necesita coordinación entre las acciones individuales, del sector privado y de las administraciones públicas, cada una con niveles de responsabilidad diferenciada; y
- El valor estratégico de la ciencia y del conocimiento ha quedado patente y debemos aprovechar las mejores evidencias disponibles para hacer frente a emergencias socioecológicas, tanto presentes como futuras.
Desde la publicación el pasado mayo del manifiesto EHPOSTCOVID19 la sociedad ha tenido la oportunidad de observar y aprender muchas cosas. Por un lado, se han destacado los choques entre las prioridades individuales y sociales, y por tanto entre diferentes valores: mientras algunos sectores quieren renovar el modelo socioeconómico imperante, otros sectores intentan reactivar la economía por la senda del viejo modelo económico; por ejemplo, potenciando la movilidad y el consumo de los vehículos privados, o anteponiendo las grandes infraestructuras a las prioridades a nivel local. Por otro lado, hemos visto que la inoculación del miedo puede paralizar la sociedad y que la inseguridad y la falta de valentía por parte de sectores con capacidad de decisión, pueden ser un obstáculo para la transición necesaria.
También se ha evidenciado el valor de los cuidados, y nos hemos dado cuenta de la necesidad de reactivar el sector público para garantizar el bienestar, reconstruyendo el apoyo que ha ido perdiendo en las últimas décadas y redistribuyendo radicalmente los trabajos que de manera desequilibrada, desvalorizada e invisible se han puesto a espaldas de las mujeres y los sectores más vulnerables.
Es un momento importante para ver la salida de la pandemia y para ello tendremos que aprovechar los avances científicos, los esfuerzos de la sociedad y los fondos europeos. En esta reconstrucción económica, en un contexto en el que la peligrosa relación entre la degradación de la naturaleza y la creación de nuevas pandemias no ha cambiado, se debe abordar conjuntamente la emergencia sanitaria y la emergencia socioecológica, dando una solución integral a ambas. Para ello, la sociedad debería debatir sobre cómo asignar y gestionar los fondos de reconstrucción establecidos por Europa, ya que la propia Comisión Europea lo señala y recomienda empezar a construir una sociedad más resiliente y sostenible.
Se está abriendo una oportunidad inmejorable para dar impulso a la transición socioecológica. Partiendo de los cinco ejes a los que se hacía referencia en el manifiesto de mayo de 2020, nos gustaría actualizar y compartir con la sociedad la siguiente reflexión desde la economía ecológica.
En la reconstrucción económica, se deben abordar conjuntamente la emergencia sanitaria y la socioecológica, mediante el debate social, para dar una solución integral a ambas
1. Modelo de desarrollo
Hemos visto claramente que existen cuestiones más importantes que el crecimiento económico, como la salud y la resiliencia educativa. Esto demuestra que el bienestar de la sociedad no se puede medir solo en euros. Siendo esto así, en los últimos meses los gobiernos del mundo están tomando direcciones diversas para la recuperación económica y la reactivación del empleo. En algunos países (EEUU, p.e.) se está impulsando la sobreexplotación de la naturaleza para salir de la crisis económica, derogando las normativas medioambientales y siguiendo el habitual modelo agresivo que busca un beneficio a corto plazo, a pesar de debilitar la base del bienestar social. En otros países, como en los de la Unión Europea, se afirma querer apostar por la transición verde, reforzando el sector de las energías renovables, por ejemplo, e impulsando el empleo y el bienestar para fomentar la resiliencia ante la pandemia y sus perturbaciones.
El Producto Interior Bruto (PIB) es el indicador más habitualmente utilizado para medir la salud de la economía. Pero el PIB no recoge bien la distribución de la riqueza, la situación educativa y sanitaria, ni las opciones individuales. En los llamados países desarrollados a pesar de que el PIB crezca por encima de un determinado nivel, el bienestar de la sociedad no crece en la misma medida. Es más, el bienestar puede incluso reducirse por las diferencias en la distribución. Para medir adecuadamente el desarrollo y el bienestar de la sociedad hay otros indicadores como el Indice de Desarrollo Humano, el Indice de Riqueza Inclusiva, o el uso de conjuntos de indicadores clave, que ya son tenidos en cuenta por algunos países como Escocia, Islandia o Nueva Zelanda.
Ante esta situación, estas son nuestras propuestas:
- Reducir los sectores que favorecen el consumo no esencial e insostenible, la dependencia de combustibles de origen fósil o nuclear y la minería. Los fondos asignados por la Unión Europea permiten combatir a los grupos de presión de los principales sectores productivos tradicionales y alejarse de la dependencia de actividades que no respetan el medio ambiente (y por tanto la salud de la sociedad).
- Fomentar la venta de productos y servicios autóctonos en el comercio y la reparación y reutilización de bienes, o la eficiencia energética en la construcción, la producción de energía renovable y descentralizada y la restauración de edificios.
- Basar la asignación y distribución de los Fondos Europeos en criterios socioecológicos. Por lo tanto, los sectores productivos que necesitan inversión pública deberían separarse de las actividades no sostenibles. Habría que proteger a los sectores que apuestan por la sostenibilidad y no a los que pueden destruir el medio ambiente y obstaculizar la transición socioecológica.
- Asumir las limitaciones del PIB para medir el desarrollo y el bienestar de la sociedad y utilizar indicadores alternativos para contribuir en el camino de la sostenibilidad y medir así la eficacia de los fondos asignados por Europa. Siendo el Indice de Desarrollo Humano de la ciudadanía vasca uno de los más grandes del mundo, debemos empezar a utilizar nuevos indicadores para expresar mejor cómo afectan la salud, el medio ambiente y la economía de forma integral al bienestar de la sociedad. A través de estos indicadores debería medirse la rentabilidad social de los Fondos Europeos.
2. Límites socioecológicos
La pandemia nos ha enseñado que si no respetamos los límites de la naturaleza y los ciclos naturales que sustentan la vida, podemos destruir nuestro propio bienestar. La evidencia científica han demostrado que la destrucción de los ecosistemas está en la base de esta enfermedad, y que ésta se ha propagado más rápidamente y de forma más letal en las ciudades altamente contaminadas.
Han quedado patentes la dependencia ecosistémica de la sociedad, la deuda ecológica con otros pueblos y con las futuras generaciones y la relación de nuestras actividades con nuestra huella ecológica. Nuestro modelo industrial, de transporte y de vida tiene un gran impacto ambiental en las comunidades de nuestro entorno y en el conjunto mundial. Por ejemplo, muchas de las materias primas y productos que necesitamos para actividades cotidianas y básicas proceden de otros países y su producción tiene un gran impacto negativo sobre los ecosistemas y la salud del planeta.
Vivimos en tiempos de una crisis multipolar. Una crisis ecológica, energética, climática, social y del cuidado, debida al modelo económico que tiene como objetivo el PIB y el crecimiento. Nuestra relación con la naturaleza se refleja en los problemas que tenemos dentro de la sociedad y la pandemia ha aumentado los problemas sociales internos: los de miles de familias y personas vulnerables, las de aquellas empobrecidas y/o en paro. Los daños producidos por la pandemia también han suscitado numerosas iniciativas ejemplares de solidaridad: redes de apoyo a aquellas en situación vulnerable, movilizaciones de la juventud y los/as pensionistas, defensa de los mercados locales agrícolas.
Ante esta situación, estas son nuestras propuestas:
- Ir de forma planificada hacia una economía en paz con el planeta, para reducir las desigualdades insostenibles del modelo actual e integrar la dimensión de los cuidados en las actividades económicas, teniendo en cuenta las realidades y necesidades diarias.
- Las instituciones políticas y administrativas vascas deben desarrollar un sistema de cuidados que ponga a las personas, la naturaleza y su diversidad en el centro y promover la Renta Básica Universal, reconociendo nuestra vulnerabilidad y dependencia tanto de los ecosistemas como del resto de las personas.
- Reforzar y consolidar las redes de defensa y solidaridad con la naturaleza y el bienestar de la sociedad vasca, por ejemplo, con espacios e iniciativas comunitarias que faciliten los encuentros y la organización que se están promoviendo en la sociedad vasca. Junto a la solidaridad con las personas y colectivos más afectados por la crisis, las mejoras en las políticas públicas (sanidad, educación, cuidados, vivienda, energía, residuos, agua, transporte público…) son fundamentales.
- Reforzar sistemas y modelos de producción y consumo que respeten los límites biofísicos, por ejemplo, impulsando el consumo racional de envases y el kilómetro cero, minimizando los residuos y premiando el uso eficiente de las materias primas, en lugar de potenciar el beneficio económico a corto plazo.
3. Fiscalidad verde
En los últimos meses se han suscitado varios debates en torno a la fiscalidad en nuestro entorno. Por ejemplo, la Comisión Europea ha puesto en marcha un debate estratégico sobre la viabilidad y efectividad de un impuesto al CO2 de los bienes que se importan de fuera de Europa. Esto tiene dos objetivos principales: por un lado, aumentar el esfuerzo para reducir las emisiones de CO2 en Europa mediante el consumo, evitando la importación de bienes intensivos en CO2. Por otro lado, enviar un mensaje claro a terceros países de que deben reducir sus emisiones de CO2 si desean comercializar en el mercado Europeo. Por lo tanto, Euskal Herria deberá adaptarse a esta nueva etapa y prepararse para incorporar este tipo de iniciativas a nuestro marco fiscal lo antes posible.
Ante esta situación, estas son nuestras propuestas:
- Utilizar los Fondos Europeos para favorecer una transición socioecológica real, ya que estos recursos serán financiados en parte con nuestros impuestos y la deuda de futuras generaciones.
- En la medida en que parte de los impuestos que pagamos los ciudadanos se redistribuyen a los municipios, destinar una parte de estas partidas para incentivar la transición socioecológica a nivel municipal.
- Crear una ‘renta climática’ mediante el uso de impuestos ambientales de forma que fomenten una redistribución equitativa de las rentas obtenidas. El eje central sería un sistema fiscal que gravase el uso de combustibles fósiles por parte de los hogares. Para evitar los posibles efectos negativos de este impuesto verde sobre familias de renta baja, los recursos obtenidos a través del mismo gravamen pueden ser redistribuidos socialmente. De esta forma, las familias de rentas altas, que son relativamente mayores consumidores de combustibles fósiles y en gran medida responsables del exceso de metabolismo social, generarían una mayor aportación a la renta climática y por tanto manteniendo en mayor medida este nuevo sistema fiscal verde. Redistribuyendo la renta generada, las familias con menos recursos no verían disminuida su capacidad adquisitiva, sino al contrario.
4. Movilidad sostenible
Uno de los ámbitos donde más patente es la insostenibilidad del modelo social y económico vasco es el de la movilidad. El transporte se ha convertido en el sector que más contribuye al cambio climático. Una planificación urbana y territorial basada en la ampliación constante de la oferta de transporte junto al automóvil como medio hegemónico de transporte explican, en gran medida, la insostenibilidad de las pautas actuales de movilidad. El automóvil es el medio de transporte que más energía y espacio consume por persona transportada, el que más contaminación emite, tanto acústica como atmosférica, así como el que más accidentes ocasiona. Estos impactos se ven agravados por sus bajas tasas de ocupación.
Además, de la pandemia hemos aprendido que la polución atmosférica, debida en gran medida a la combustión en transporte, tiene efectos negativos sobre la salud que puede hacer nuestro organismo más vulnerable frente a nuevas enfermedades.
Aunque en Euskal Herria se planteaba reducir las emisiones de gases de efecto invernadero del transporte para 2030, se apuesta por el tren de alta velocidad y la electrificación del transporte por carretera, a pesar de que la contribución de la Y vasca a la lucha contra el cambio climático ha sido académicamente refutada y que la evidencia científica muestra dudas acerca de la efectividad de la electrificación del transporte por carretera.
Ante esta situación, estas son nuestras propuestas:
- Garantizar la accesibilidad a la vez que reducir la movilidad en vehículo privado motorizado requiere más ordenación territorial y menos política de ampliación de oferta de infraestructuras de transporte. La accesibilidad con la menor movilidad posible debe ser el principio rector de las políticas de movilidad sostenible.
- La política tradicional de transporte debería atender exclusivamente al reequilibrio modal a favor de modos de transporte más sostenibles (caminar, bicicleta o transporte público en lo que se refiere al transporte de personas, y ferrocarril convencional para el transporte de mercancías).
- Priorizar la inversión en el desarrollo y la mejora del transporte colectivo de cercanía, que facilite la movilidad diaria a los centros de trabajo a una ciudadanía dispersa como la de Euskal Herria. Este tipo de inversión en movilidad colectiva y de cercanía contribuye más al bienestar social y de una mayor parte de la ciudadanía que la inversión en grandes infraestructuras cuya principal contribución se limita a reducir tiempos entre unas pocas grandes ciudades.
5. Alimentación y Medio Rural
La crisis del COVID-19 nos ha enseñado importantes lecciones y retos en torno al modelo de producción y consumo de alimentos para alejarlos del actual modelo intensivo y no sostenible. Además, la crisis afecta a todo el sector primario y ha quedado patente la importancia de que cada país produzca sus propios alimentos básicos. Además, baserritarras y movimientos sociales de Euskal Herria han activado numerosas iniciativas en defensa de sus derechos, invitando a comprar alimentos sanos de la zona a través de las redes locales. Esto ha mostrado otra lógica en las maneras de hacer: una dinámica de trabajo horizontal, respetuosa, colectiva, y que comparte experiencias.
A la hora de reivindicar la necesidad de cuidar el sistema alimentario de forma integral, hemos aprendido que la perspectiva agroecológica y feminista son los ejes de los procesos de politización y transformación para garantizar el entorno y zonas rurales vivas. La pandemia, más allá de la inmunidad y de alimentos seguros y asépticos, nos ha llevado a comprobar con qué está conectada nuestra salud, descubriendo que tenemos vulnerabilidades e interdependencias. La política pública ha adoptado medidas contradictorias en la crisis del COVID-19; por ejemplo, el cierre de ferias populares mientras se ha favorecido la comida no saludable asociada a grandes superficies y empresas, o las ayudas públicas se han orientado hacia modelos de producción no sostenibles (incluso silvicultura) o la puesta en marcha de medios para la venta de productos alimenticios de baserritarras en grandes superficies sin condiciones previas entorno a precios justos de los alimentos.
Ante esta situación, nuestras propuestas son:
- Integrar las estrategias alimentarias y los procesos de transición agroecológica en la agenda de manera prioritaria, desde la competencia y la capacidad de cada institución, las empresas y las personas. Ese es el camino para construir en Euskal Herria un sistema rural, primario y alimentariosostenible, saludable y justo.
- Apostar por alimentos agroecológicos y locales en las compras y cocinas públicas, que garantizarán no sólo la salud de la población sino también la del sector primario.
- La adopción de medidas significativas para garantizar el relevo generacional y promocionar la transición socioecológica en el sector primario, mediante por ejemplo: la orientación de tierras agrícolas publicas hacia la producción ecológica, la creación de figuras legales para la interrupción de la artificialización del suelo en general y de interés agrario en particular, la redefinición de las vías de acceso y relevo, con una revisión expresa de la realidad de las mujeres baserritarras, la regulación de los precios de los alimentos para garantizar la viabilidad económica y la justicia social, especialmente en las contrataciones y licitaciones públicas.
- Fomentar la silvicultura que se acerque a la dinámica de los ecosistemas naturales, bosquetes de ciclo de vida más largo, que se exploten de forma más ligera y no plantaciones monoespecíficas intensivas como el pino Insignis o los eucaliptos. Asimismo, llevar los bosques protectores del papel a la práctica, protegiendo así el suelo, el agua y otros patrimonios naturales.